24.6.14

Hubo días.

Hubo días en los que apenas pensó en ti y días en los que hubiera dado un brazo por un minuto contigo. Días de frío y de lluvia, y días de tartas y de sol. De pasar por tu casa y de dar un rodeo para no rozarla. De buscarte entre la gente y de esconderse de ti.

Hubo fechas señaladas y fechas olvidadas. Casualidades que fueron lo menos casual de vuestras vidas.

Hubo medias risas al oír hablar de tus historias que decaían cuando se daba cuenta de que ya no estabas y mordiscos de labios para no decir tu nombre.

Hubo noticias que le paralizaron y otras que sin saberlo ya se esperaba. Hubo “me asusta y a la vez quiero que pase”

Hubo amigos del alma que no estuvieron ahí y gente que apareció de la nada como enviados por alguien para cuidar de ella.

Hubo encuentros con dolor de estómago y otros en los que se hubiera quedado a vivir. Hubo días que deseó morirse y días en que la vida le pareció mejor que las películas. Días sin respuestas y días sin preguntas. De vivir y de sobrevivir.

Hubo algo de pasión, pero también ganas de nadie que no fueras tu. Móviles apagados y teclas que ardían para que te escribiera.

Hubo noches perfectas que acababan mal cuando tocaba irse a dormir. Canciones nuevas y tus viejas canciones. Paseos bajo la lluvia por si aparecías y noches en otras ciudades sólo para no encontrarte.

Hubo sorpresas, certezas, esperanza, pena.

Transición.

Hubo días malos y buenos, pero todos sirvieron para entender que nunca volverás, y, aun así, ser feliz.

15.6.14

Las cosas que nunca te conte (y deberia haberlo hecho).

Que aunque no te callas y eso a veces me molesta, yo me he convertido en una persona de pocas palabras, que es peor, y un poco cobarde.
Que tus bromas suelen ser bastante malas pero que yo siempre me reiré.
Que tus despistes me volvían loca (y no en el buen sentido de la expresión) pero veo que has mejorado en ese campo. No sé si me gusta o me sienta mal que no espabilases antes.
Que tus dudas constantes hicieron que sintiese que lo nuestro pendía de un hilo constantemente pero ahora son las mías las que casi acaban contigo y por eso te quiero decir que lo siento.
Que no me gustaría saber de ti todos los días pero la verdad es que hay noches que mataría por un abrazo tuyo.
Que ha habido muchas veces que no me he fiado de ti pero al final siempre acabo tropezando con la misma piedra, rebotando y cayendo en tu campo.
Que creo que en mi vida diaria no tienes lugar pero siempre he pensado en ti como mi compañero de viaje extraoficial.
Que lo nuestro ya es un sinsentido, que a veces ni nosotros sabemos de qué va, pero los pocos momentos que hemos pasado solos han sido los que más sentido han tenido desde hace meses.
Que no es bueno que nos veamos ni hablemos ni mensajes ni “me paso por tu portal” (ni nos hagamos señales de humo ya que estamos) pero te echaré de menos y jamás desearé que tu ausencia sea algo permanente.
Que gracias a tu forma de ver las cosas, siempre nos hemos vuelto a encontrar. Tú me das el empujón y yo te sigo. Cada uno tiene su papel, rol y dinámica.
Que no eres la persona para mí hoy. Puede que lo seas en un futuro. Y puede que no. Nunca lo sabremos hasta que llegue el momento pero esa puerta no la cierro.
Que me inspiré en ti para escribir más veces de las que jamás te admitiré. Pero no te busques. No vaya a ser que malinterpretes.
Que no te echo de menos pero no me imagino de aquí a unos años sin ti. Lo de después, el tiempo dirá.
Que conozco las cosas que no te atreves a decir en alto, pero espero oírlas algún día de tu propia boca.
Que hasta que no aprendas a estar solo, cualquier intento tuyo, mío, nuestro o del vecino va a ser absurdo.
Que suelo pensar que hacemos un gran equipo porque cuando uno de los dos se da de baja, el otro lo pone firme.
Que creo que esta distancia hará mucho bien, más a ti que a mí, pero algún día llegará el momento en el que uno estará esperando al otro.
Que la conexión, química o como quieras llamarlo que tenemos, nos ha hecho mucho mal pero de cada cosa mala han salido siete buenas.
Que “adiós” no era como me quería despedir. Que quería un abrazo y un “hasta luego”. Y por primera vez, me lo negaste, aunque no te culpo de ello.
Que yo lo veo como un punto y aparte. No un punto y final.
Como una despedida temporal. No permanente.
Como un “time out”. No el final del partido.
Como un “see you later, alligator”, no un “hit the road Jack and don’t you come back no more”.
Que puede que siempre volvamos a esto porque sacamos lo mejor el uno del otro; la versión mejorada, renovada y perfeccionada. La 2.0.
Que ahora estás perdidísimo, dando vueltas como una peonza, pero confío en ti como nunca lo he hecho en nadie.
Que somos así. Nos gusta hacernos los locos cuando realmente sabemos cómo acabará todo.  Sabemos de qué pie cojeamos. Tú del derecho y yo del izquierdo, porque me gusta llevarte la contraria.
Que nos entendemos y, por mucho que intentas ocultarme ciertas cosas, te veo venir de lejos, a kilómetros de distancia, como si llevases un cartel luminoso en la frente.
Que así es como son las grandes historias.


Que te conozco de sobra y sé que, si por casualidad leyeras esto, te quedarías con todo menos lo importante.
Que hoy no pero algún día, quizás.