Te cuelgas de su pelo, que desprende su fragancia, la más maravillosa del mundo.
Buceas en sus ojos, que son dos lagunas verdes, inmensas, infinitas, profundas, frías.
Que no te pertenecen. Y al recordarlo cada confortable sensación desaparece.
Y te estrellas de repente en el mundo real, en un remolino de olores que no son el suyo y colores que no son el verde de sus ojos, donde estás lejos de ella y de su alcance, de la melodía que tocan sus pies al caminar, de su sonrisa enmarcada por los labios más apetecibles que jamás besaste.
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