30.6.15

Pasar página.

" Esto es por todas las personas que están siendo fuertes ahora mismo. Tú, entre otras.

Cuando conociste a esa persona no sabías, no pensabas, no podías llegar a imaginar que pudieras enamorarte de ella. Tú no estabas especialmente interesada, le conociste por casualidad. Tal vez en clase, tal vez por ser amigo de unos amigos. Él estaba siempre pendiente de ti, si algo llegó a gustarte fue su perseverancia. Esos pequeños detalles que tenía contigo sin esperar nada a cambio, y exactamente eso era lo que le dabas. Pero él seguía ahí y, cuando todos esos detalles empezaron a tener peso, cuando te demostró más de lo que lo hacían tantas otras personas, decidiste darle una oportunidad. Sin planes de futuro, sin presiones. Le diste una oportunidad y, no sabes cuándo, no sabes cómo, te enamoraste de él. O de ella.
Las cosas iban muy bien, la balanza empezó a igualarse y estabais perdidamente enamorados el uno del otro. Estoy segura de que podrías contarme tantas historias que tenéis juntos, tantas aventuras, lugares y experiencias nuevas que compartisteis, que el tiempo no sería suficiente. Estabas encantada. Estabas ilusionado. Los días pasaban.
Creo, que cuando algo se tuerce, cuando algo cambia, nos damos cuenta en ese mismo momento. Cuando algo es diferente a como solía ser, cuando sabes que algo pasa, hay una milésima de segundo en la que tu mente empieza a ir a mil por hora, y tú te quedas quieta, con la respiración entrecortada, con los ojos clavados en algún punto del horizonte que nadie es capaz de acertar. Y me duele imaginarte así, de piedra, con el corazón temblando y la cara ardierdo. Cómo duele, ese preciso momento, en el que te das cuenta de que algo va mal de verdad.
También creo que una relación es un tira y afloja y que, dependiendo del momento, siempre hay uno que “quiere más” por decirlo de algún modo. Y normalmente, el que empieza estando más pendiente, el que más se lo gana, acaba siendo el que menos lo está. Y no sabes en qué momento tu balanza empezó a desequilibrarse. Dejó de ser un rato tú otro rato yo, y te quedaste con todo el peso de la relación, intentando mantenerla a flote, sujetándola con los dos brazos como quien se asfixia entre dos paredes que se van juntando.
Hasta que te ahogas.
Nada de lo que yo pueda decirte va a consolarte. Ni de lo que te digan tus amigos, tus familiares, tus compañeros, nadie excepto todo lo que pase por tu mente. Cuando una relación se acaba, lo más complicado es pasar página. Mucho me temo, que no tengo la clave para eso. Pero nos da por agarrarnos a clavos ardiendo que no están sujetos a ninguna parte, vamos cayendo, y con cada golpe nos alejamos un poco más del amor que creíamos sentir por esa persona que ya no quiere estar con nosotros. Lo importante es llevarse un buen golpe, uno de esos que te dejan sin habla y no reconoces ni quién es el (o ella) ni qué queda de ti y de lo que fuisteis juntos.
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Lo importante es dejar atrás la rabia, cuando vas viendo cosas que no te gustan y aprietas los puños con los ojos empapados en lágrimas y las mejillas acaloradas. Me duele imaginarte viendo sus fotos. No las mires. Para qué. No busques explicaciones. Para qué las quieres. Pero deja atrás también el optimismo. Porque se ven cosas que, simplemente, no las hay.
Desde luego, hay muchas parejas que lo arreglan. Si crees que puedes mirarle a los ojos y confiar en él. Si crees que realmente está arrepentido, que te merece que la pena y que los malos días no saldrá todo a la luz: adelante. Pero muchas otras parejas no lo arreglan, porque hay cosas que no se pueden arreglar. Y punto.
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Demuéstrale, y demuéstrame. Por ti, por tu familia, por tus amigos, que eres más fuerte que todo esto. Que eres una persona, lista, guapa, inteligente. Que nadie como tu sabe bailar, que nadie como tú sabe reír. Mantente ocupada. Lee, sal a tomar algo. Pide recomendaciones para ver nuevas películas. Viaja. Que eres única, y el que se lo ha perdido es él. Pasar página no es cuestión de días. Pero podrás con ello y, unos meses después leerás esto y te darás cuenta de que ya no piensas tanto en él, de lo rápido que ha pasado el tiempo y por cómo han cambiado las cosas. Por supuesto, para mejor.

16.5.15

Lo que va en medio.

" Lo más difícil es empezar. Y terminar. Dicen que lo que va en medio, las líneas que componen el cuerpo del texto, es lo más sencillo, lo más fácil de llevar, lo que más se disfruta. No sé, eso dicen.
Los comienzos. Los finales. Tú y yo siempre olvidamos que el texto también tiene cuerpo, que las historias también tienen un “durante”. Fuimos unos olvidadizos, unos pobres irresponsables. No comprendimos que los grandes poderes conllevan grandes responsabilidades. Que los grandes amores merecen un maldito desarrollo.

Lo peor que nos pasó fue que nos hicimos adictos a esos pequeños momentos de felicidad que nos brindaban los inicios. Todos nuestros inicios. Nos enganchamos a andar juntos cogidos de la mano, a abrazarnos hasta traspasarnos el alma, a besarnos hasta rompernos los huesos. Nos enganchamos a no saber, aún sabiendo. A hacernos los tontos mirando para otro lado, haciéndole creer al cosmos que podríamos juntos y no separados. Pero al cosmos no se le engaña, y tú lo sabes. Y yo lo sé. Pero tú más. Tú lo supiste mucho mejor que yo. Llevaste mis riendas sin quererlas ni coger, te colgaste mi corazón a la espalda y recorriste la ciudad impregnándome las calles de recuerdos.

Y ahora qué. Dime qué puedo hacer. Porque a día de hoy, a veces, aunque ya no deba hacerlo, sigo repasando los momentos que viví a tu lado. No fueron demasiados. Ni muchos ni pocos. Sólo fueron los justos y necesarios para hacerte imborrable. A veces sigo pensando en los principios, en todos nuestros principios y en la falta de ellos. Nos sobraron y nos faltaron a partes iguales. Nos sobraron, como nos sobraron los anocheceres. Nos faltaron, como nos faltaron los amaneceres. 

Nunca fuimos de esos que hacen las cosas como se han de hacer. Nunca fuimos juntos a Mercadona. Nunca fuimos juntos a lavar el coche. Nunca estuvimos juntos en ninguna boda. Nunca nos dijimos “para siempre”, pero tampoco “para nunca”. Yo siempre fui tu puerta abierta. Tu vida y tus arrugas de expresión. Tú fuiste mi último primer amor. Mi cara más bonita sin pintar. Mi precipicio emocional. Pero no recordemos nuestras carencias. No hagas que piense de nuevo en las vidas que podría haber vivido mientras esperaba a que la tuya arrancara. No me mires como sé que harías si estuvieras delante ahora. Y no, tampoco me toques la mejilla como si fuera de cristal. Te aseguro que si no me he roto ya, ahora ya no es el momento.
Te lo dije hace tiempo. Me copié de quien lo dijo, ya sabes, que “puedo vivir sin ti, pero no quiero”. Te lo dije mil veces. Y tú lo escuchaste asintiendo. Lo escuchaste sabiendo que el café se enfriaba, que tu corazón se cerraba. De nuevo. Otro final.
Hasta el nuevo comienzo."

Fdo.: LCDLJ

5.4.15

Novatos.

Me encantan las personas que nunca antes se han enamorado. Porque no albergan dudas. Si llegan a tener la experiencia de los demás mortales, el amor se apagaría irremediablemente. 

En cambio, los expertos llegan, buscan, encuentran aleatoriamente a una persona y no piensan en enamorarse, porque sienten que ellos mismo acaban de inventar el amor.

Inventar el amor. No hace falta tuercas, tornillos ni alicates. Su engranaje es transparente a la mirada. Sólo requiere de paciencia, tacto y una irreversible dosis de destino.

22.2.15

Enamórate.

Enamórate, enamórate todos los días. Enamórate de la lluvia, del sol, de las estrellas que se cuelan entre los edificios, enamórate también de esos edificios. Enamórate de tu trabajo, de tus estudios, de la ropa de tu armario y de la de los escaparates. Enamórate de tu casa, de tu familia, de tu perro. Enamórate de la persona que ves tras el reflejo en el cristal. 

Enamórate del vecino, del camarero del bar, de tu profesor. Enamórate con urgencia pero con cuidado. Enamórate sin pensar en consecuencias pero prepárate para cuando las haya. Enamórate con corazón pero sin olvidarte de la cabeza.

Enamórate del que te mire porque no puede dejar de mirarte, del que te regala lo más valioso que tiene: su tiempo. Enamórate del que te llama solo para escuchar tu voz y del que tiembla cuando te acercas. Enamórate del que te recibe con una sonrisa y del que no puede evitar reírse cuando te enfadas. Enamórate del que te regaña porque comes demasiadas chucherías y no del que lo hace por la longitud de tu falda. 

Enamórate del que imagina un futuro contigo y va más allá de la imaginación. Enamórate del que piense que veinticuatro horas no son suficientes a tu lado, del que no se canse ni se queme ni se harte. Enamórate del que gaste su tiempo en conocerte, del que conciba tus defectos como virtudes. Enamórate, no del que diga que eres su favorita, sino del que afirme que eres su única.

Enamórate del que se pelee solo para reconciliarse después, del que se ría contigo y nunca de ti. Enamórate del que te amenace con matarte a besos y no a lágrimas.

Enamórate del que no te pida nada y te lo dé todo. Enamórate, no del que te prometa un final feliz, sino del que no te dé un final. 

Enamórate del que quiera todo contigo y nada, sin ti.

31.1.15

Todo ese miedo que me das.


No me da miedo caminar a oscuras, ni quedarme sola en casa. No me dan miedo las alturas, ni los monstruos de debajo de la cama. No me dan miedo las pesadillas, ni las agujas. No me dan miedo los cementerios, ni la niebla, ni la velocidad… Y es que los miedos más comunes son los que realmente menos miedo me dan.

Me da miedo no encontrarte nunca, me da miedo perderme y con ello no encontrarme a mí. Me da miedo no sentir pena si te marchas, me aterra que te quedes y yo no esté. Me da miedo buscarte y esperarte y que tú no vengas nunca. Me da miedo que nunca llegues a abrazarme ni a llamarme. Me da miedo que pase mucho tiempo intentando que esto funcione y que el problema que tenemos, no tenga solución. Me da miedo cruzarme contigo y no verte, me da miedo que desaparezcas de repente, o lo que es peor, que aparezcas. Me da miedo soñar contigo y no querer despertar. Me da miedo que me rompas y que me olvides. Me da miedo llorar y que no valga la pena. Escribirte cartas, dedicarte canciones. Me da miedo que existas y no saberlo. Me das tanto miedo que cada vez que siento que estás ahí salgo corriendo.

Tengo la esperanza de que un día por fin me atreva a ponerme frente a ti, cara a cara y que al hacerte frente, todo ese miedo que me das desaparezca sin dejar rastro. A tocarte lentamente, olvidando que si me ganas acabaras conmigo. No te prometo nada. Pero si te veo algún día intentaré tirar por la ventana todo ese miedo que me das.

24.1.15

Y al final...


Se terminó como se termina un sueño al sonar el despertador. Se cerró como se cierra una puerta con la fuerza del viento. Se murió como se mueren las gotas de agua al llegar al mar. Se ahogó como se ahoga un pez fuera del agua. Se apagó como se apagan las luces de la calle al amanecer. Se abandonó como se abandona el miedo a perderlo todo. Se fundió como se funde una vela después de tanto arder. Se olvidó como se olvida un momento insignificante. Se agotó como se agota el vino de una botella. Se rompió como se rompe un corazón inmaduro. Se separó como se separan dos palillos chinos. Se estropeó como se estropea un dibujo de acuarela bajo la lluvia. Se estancó como se estanca la rueda de un monovolumen en la orilla embarrada de una laguna. Se quemó como se quema una hoja bajo una lupa a pleno sol. Se secó como se secan los campos en un año sin lluvia. Se consumió como se consume algo que se usa en exceso. Se extinguió como se extinguieron los dinosaurios. Se acabó como se acaba toda historia que nunca empezó.


Y al final comprendí una cosa, que cerca del final siempre hay algo nuevo.


Nos dimos mil oportunidades para empezar una historia... 
También comprendí que no podemos obligar a alguien a querernos, el interés no se pide: se demuestra, es una de las cosas innatas que fluyen de uno mismo. 
Cuando alguien decía "no corras detrás de alguien que ya sabe donde estas", comprendí una vez mas que tenia mas razón que un santo.


Por eso tomé la firme decisión de empezar a valorarme a mi misma antes que nadie,  para saber luego quién me aprecia. Yo, desde luego, aunque me muera de ganas por tenerte entre mis labios, aunque me muera de ganas por follarte, aunque me muera de ganas por mirarte a tan solo dos centímetros de mí ... primero estoy yo. 

Hay cosas que, por mucho que el corazón se encoja, debemos escuchar a la razón y no luchar por alguien que no para cuenta en nosotros. Hay cosas que no se pueden cambiar, aunque eso nos rompa en millones de pedacitos.