Mis manos son redobles de tambor, antes de la caricia imperfecta. No
sé si le amaba antes de que existiera, o mi existencia ha comenzado de
verdad, ahora que le amo. Aunque seas real,eres el hombre más bonito que
me he imaginado nunca. No sonríe, llueve luces, es un campo minado de
estrellas.
A veces temo enamorarme de mi voz cuando repito su nombre. Y me da miedo
que después de ella ya no sepa que hacer con el silencio.
"No habrá después de mí yo soy un siempre". Eso dice. Encima es listo el cabrón...
Es
curioso que para conocer la sed verdadera haya que ponerse de rodillas.
Sus dedos inventan melodías en mi cabello y gime en verso sobre mi
asfixia momentánea.
Más profundo que el amor, mucho más lejos, del
follar vulgar que dicen los que follan, cien esquinas más allá de los
placeres, en la calle del deseo, por el atajo, que lleva exactamente al
paraíso. Allí estamos, justo allí cuando su cuerpo, es mi cuerpo hasta
el punto de ignorar
a que piel pertenecemos cada uno.
Dos besos antes de besarnos, su
boca es lo único importante. Giramos sobre la alfombra, me roba sin
permiso su sabor de mi lengua, somos orillas que lamemos las olas de una
playa que se inventa entre las piernas entre orgasmo y orgasmo.
Es como un día señalado en rojo en el calendario, un sábado cualquiera que no termina nunca.
Una orgía de dos cuerpos que se cruzan, diagonales que se aman de su vientre a mis costillas,
verticales imposibles de su espalda hasta mi hambre, una linea
indivisible de sus pies a mi camino. Es todo lo que soy y solo con él
ser yo me parece imprescindible.
Dos besos más y me harán falta dos besos más para calmarme.
Y así hasta el infinito más o menos.
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