Me gusta el romanticismo en pequeñas pero intensas dosis, y necesito
recibir más de lo que proporciono. Doy pasos en falso, y el equilibrio
en mi vida está perdido, como mis razones, mis opiniones, y algún que
otro recuerdo que ya no duele, sólo perdura en el tiempo.
Me gusta el aire frío recorriendo mi cuerpo a las ocho de la mañana,
pero odio levantarme temprano y que se me hielen las manos y los pies
nada más tocar el suelo.
Repito cada dos por tres las cosas, como un disco rayado, y mi pasión por las cerezas está más que clara.
No me gusta demasiado la idea de hacerme mayor, pero tampoco me gusta
esto de seguir siendo una niña.
Me gusta el otoño, los parques llenos de hojas secas y el mar. No obstante, no sé nadar.
Llevo, desde que tengo uso de razón, pidiendo dos deseos cada trece de julio. Un año uno, y otro año otro, con la esperanza de que se
cumplan.
No soporto los sitios llenos de gente, los dias fríos con lluvia, el olor a gasolina, ni a las personas. No a todas, pero a la gran mayoría.
Aguanto las jornadas escolares, las charlas familiares y los '¿y si...?', que nadie quiere en su cabeza.
Me apasiona leer, las noches de verano-no demasiado calurosas-y todo
lo que tenga que ver sobre lo que nadie sabe. Sobre lo que nadie
entiende.
Además, soy de las que les gusta escuchar, y de las no les gusta hablar mucho, sobre todo cuando se trata de mi misma. En cambio me encanta el té con limón.
Me gustaría vivir eternamente, por aquello de que si me equivoco, pueda tomar otro camino, y hacer cosas grandes.
Me gustaría ser feliz.
Y... ¿a ti?
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