3.4.13

Es solo rutina.

Me acostumbré a despertarme en una cama demasiado grande para mi, sola y sin amor.
Me acostumbré a poner en mi cara una sonrisa y salir a enfrentarme al mundo y todos los problemas que conlleva un día.
Me acostumbré a no estar triste y de mal humor teniendo en cuenta que los demás también tienen sus propios problemas.
Me acostumbré a ir a clase por la mañana y ver siempre las mismas personas apagadas y poniéndose histéricos por los ruidos.
Me acostumbré con los mismos compañeros y sus historias, con las mismas tareas..
Me acostumbré a vivir en un mundo lleno de personas tristes, pesimistas, donde la depresión es un modo de vida y la sonrisa que enseñan es una mascara.
Me acostumbré a ver personas infelices por que no tienen lo suficiente, a pesar de que tienen mas de lo que necesitan. O personas que lo tienen todo pero no valoran nada.
Me acostumbré con toda esta hipocrecía y con toda esta adulación desesperada para integrarse en su círculo.
Me acostumbré con toda la falsedad que me rodea, con los que presumen de sus vidas perfectas.
Me acostumbré con esta prisa, con reproches, lamentos, ataques de ira u odio.
Me acostumbré con los cotilleos y la curiosidad de los demás por saber sobre las vidas de los otros.
Me acostumbré con los consejos redundantes sin sentido y dichos sin pensar, exagerados de mentes limitadas.
Me acostumbré con los don perfectos donde yo soy una imperfecta anormal.
Me acostumbré a que me consideren demasiado sensible, romántica o dulce y de las advertencias de que si me entrego demasiado puedo ser decepcionada.
Me acostumbré con la envidia, con los que piensan que tengo una vida perfecta.
Me acostumbré a no pensar en mi, ya que siempre pienso en los demás.
Me acostumbré a correr de aquí allá sin lograr gratificar a todos, y luego intentando justificarme inútilmente.
Me acostumbré a estar siempre bajo lupa y que me juzguen por cada palabra, gesto, elección  o hecho.
Me acostumbré a anhelar por la justicia, paz, belleza y sinceridad.
Me acostumbré a ser amada y odiada al mismo tiempo.
Me acostumbré a ser mentida y pretender que no sé la verdad.
Me acostumbré a perdonar y empezar de cero.
Me acostumbré a ser abandonada, juzgada y perder.
Me acostumbré con todas aquellas preguntas existenciales como los 'porque's o con los 'y si...' que repito constantemente.
Me acostumbré a hacer lo que debo y olvidar a hacer lo que me gusta y quiero.
Me acostumbré a ofrecer sin recibir nada a cambio.
Me acostumbré a que no me espere nadie cuando llego a casa.
Me acostumbré a equivocarme y después lamentarme.
Me acostumbré a esperar incertidumbres y querer lo imposible.
Me acostumbré a llorar y lamentar mis cosas escondida entre las cuatro paredes de mi cuarto.
Me acostumbré a perderme y a encontrarme, odiarme y amarme, exigirme y perdonarme...
Me acostumbré a esperar el amor y la felicidad.

Es solo rutina.


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